MÚSICA: La lista de Schindler
Nos sentamos cómodamente en la silla, apoyamos los pies en el suelo, las manos sobre las piernas y la cabeza erguida.
Cerramos los ojos y nos preparamos para hacer las respiraciones.
Inspiramos suavemente. Inspiramos en 1, 2, 3 y 4. Lentamente soltamos en 1, 2, 3 y 4.
Cogemos aire otra vez en 1, 2, 3 y 4 y soltamos en 1, 2 ,3 y 4.
Inspiramos profundamente y soltamos el aire poco a poco.
Ahora nos preparamos para hacer la siguiente visualización:
Imagina que eres como un árbol que va tomando agua por sus raíces.
Tienes los pies bien pegados al suelo. Mueve los dedos de tus pies, como que estuvieras tocando las teclas de un piano y concéntrate en ellos.
Eres como ese árbol que necesita ser regado…
(pausa)
Imagina la humedad en la punta de los dedos de los pies y nota como un líquido te va llenando, va entrando suavemente y te va transformando.
Llena la planta de tus pies y va llenando tus tobillos, rodillas, tus piernas enteras,…
Siente como el frescor, la fuerza, este líquido lleno de vida de va inundando poco a poco.
Como si una ola de vitalidad y cariño te fuera llenando y transformando.
Siente como te llena hasta la cintura, el pecho…
(pausa)
Siente cómo el agua fresca llega a tus hombros y baja llegando tus brazos hasta llegar a tus manos y ruega cada uno de tus dedos.
Siente como esa agua fresca sube por tu cuello e llena tu rostro y toda tu cabeza.
Siente todo tu cuerpo inundado, habitado, siéntete lleno de fuerza y de vida.
Notas una ilusión especial para afrontar el día, repleto de paz y de cariño y quieres que esa ilusión llegue a otra gente.
Piensa en alguna persona especial a quien vas a tocar con el dedo para pasarle ese agua fresca y que se llene de paz.
Puede ser alguien de tu familia (tu madre, tu padre, abuelo,…). Puede ser un amigo, algún compañero de clase… Con tu mano vas a tocar su mano y, al tocarle, le vas a llenar de la paz que tú tienes ahora…
Observa su rostro feliz y su mirada agradecida.
Para compartir
¿Cómo me he sentido?
Puedo compartir a quién he regalado mi paz… y por qué