La fraternidad es muy frágil. Los discípulos, ante la no acogida, estaban dispuestos a
“lanzar rayos y truenos”; ante la “competencia” de los discípulos de Juan,
estaban dispuestos a denunciarlo; ante el futuro, buscaban “ocupar buenos puestos” a
escondidas de los demás, en conversaciones ocultas.
Todo ello es síntoma de la fragilidad de la fraternidad. Pero esa misma fragilidad es la
que otorga a la fraternidad una fortaleza sin igual, que lleva a los que la contemplan a afirmar con asombro “¡Mirad cómo se aman!”.