Si descubrimos cómo nos ama Dios: sin condiciones, para siempre,… desearemos permanecer siempre en ese amor.
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada». (Juan 15,1-8)