No puedo traicionar mi palabra

En una región de Nepal vivía una vaca, llamada Baula, cuyo dueño le permitía pasear sola, pues siempre regresaba. Baula disfrutaba la naturaleza, comía hierbas, bebía agua en un arroyo y volvía a su hora pues, acababa de tener un ternero al que amamantaba varias veces al día. Durante un paseo le salió al paso Tufik, un feroz tigre de Bengala listo para atacarla.
—Espera, espera. Déjame explicarte…
—Te doy un minuto —respondió, hambriento, Tufik.
—No me devores hoy, pues hace tres días parí un ternero y tengo que darle de comer. Además, mi amo siempre ha confiado en mí. Si no regreso pensará que lo he engañado.
—¿Crees que voy a dejarte ir? La ley de los tigres es “devora primero, averigua después”.
—Como te digo, respeto mis promesas. Si me dejas ir para darle de comer a mi pequeño hasta que sea más fuerte y explicarle a mi amo que no podré volver, regresaré en una semana —dijo Baula.
—Está bien —respondió Tufik— pero si no cumples, sé dónde vives e iré por ti.
Cuando llegó a casa, Baula explicó lo que había ocurrido. Su dueño le propuso capturar a Tufik, pero ella se resistió:
—No puedo traicionar mi palabra.
Pasada la semana llegó el día pactado, y la vaca partió para encontrarse con el tigre. Al verla alejarse, su becerrillo corrió tras ella. Pronto vieron al poderoso felino, acompañado de otros tigres igual de grandes.
—He sido puntual —dijo Baula.
Los tigres que acompañaban a Tufik comenzaron a rugir y le dijeron:
—No podemos creer la paciencia que has tenido con ella. Recuerda nuestra ley: “devora primero, averigua después”.
Pero Tufik no estaba convencido de atacar a Baula. Al verlo tan pensativo los tigres volvieron a hablar:
—Si no la devoras ahora, nunca más podrás andar con nosotros…
Tufik avanzó lentamente hacia Baula, abrió su poderoso hocico, sacó la lengua… y lamió cariñosamente al ternero.
—Aunque no pueda volver a estar con vosotros, prefiero olvidar esa tonta ley y respetar a esta vaca que me ha dado más muestras de nobleza que vosotros.
Los felinos se alejaron sorprendidos. Desde aquel día Baula, Tufik y el ternero formaron una curiosa familia y cuando los demás animales los criticaban ellos sólo se reían.

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