¿Te lo imaginas?
Un joven, mientras está dándose un chapuzón en la playa, es arrastrado por una corriente; en cuanto se ve en peligro, grita: ¡mamá, mamá!
Agita los brazos como puede, pidiendo auxilio desesperadamente.
Con dificultad, de vez en cuando, logra sacar la cabeza y puede ver en la orilla a su madre. Su única esperanza es que su madre le oiga y haga lo que sea por rescatarle.
Vocea más y más; por fin, su madre oye los gritos que la llaman. Se levanta y le ve, y se vuelve a tumbar mientras piensa:
– “¡Con lo fría que está el agua, yo no me meto ni loca! ¡Otra vez -si es que sale de ésta- que no se meta tan adentro!”
Pensarás:
– “¡Increíble!, ¡no puede ser verdad! ¡Eso no es una madre!”
Es tan increíble que no es verdad.
Basta con pedirle algo a la madre para que no pare hasta conseguir lo que necesito.
Y si no me quiere ayudar con ello significa que de momento no me conviene.
Aprovechando que termina el mes de mayo, el mes de María y todas las madres, pensamos una última vez en todo lo que hacen por nosotros nuestras madres.
(Unos segundos pensando en silencio).
También en silencio pedimos perdón a nuestras madres por todas las veces que nos hemos enfadado con ellas por no haber hecho lo que les pedimos… porque ellas quieren lo mejor para nosotros.
(Unos segundos pensando en silencio).