Jesús tenía una autoridad, sabía mandar, y todos le obedecían, incluso los espíritus malos.
Porque Jesús lo hacía con amor, cariño y cuando veía algo que estaba mal o alguien que necesitaba ayuda, él rápidamente iba a ayudarle.
Seguro que nosotros no tenemos esa autoridad de Jesús, pero sí vemos situaciones que no están bien, situaciones malas… y seguro que algo podemos hacer para mejorarlas, para que los que están a mi alrededor se sientan un poco mejor y un poco más felices.
¡Podemos intentarlo hoy…!