La estrella de Belén

Hoy vamos a leer un cuento de Navidad.
Es muy cortito, así que estaremos muy atentos!
Al final podemos compartir qué es lo que más nos ha gustado…

La noticia del nacimiento de Jesús corrió por el pueblecito de Belén con rapidez. Los pastores fueron los primeros en enterarse, y todos querían visitar al recién nacido con algún regalo.
Unos pastores llevaban queso, otros leche… alguno tenía unas preciosas flores para la Virgen María.
El que menos, llevaba lana para abrigar al pequeño.

Pero había una pastorcita tan pobre, que no tenía absolutamente nada que llevar.
La pastorcita estaba muy triste, porque no quería presentarse allí sin regalo. Se acercó a un pozo y se puso a llorar. Pero de pronto, descubrió en el fondo del agua algo muy brillante… ¡era una estrella!

La pastorcita se puso muy contenta, y con mucho cuidado, echó el cubo al pozo para ‘pescar’ su estrella. ¡Qué ilusión le hizo comprobar que lo había logrado! ¡Que tenía una estrella en el agua del cubo y que sería un regalo perfecto para el niño Jesús!

Durante todo el camino, la pastorcita tuvo mucho cuidado de no tirar su estrella. De vez en cuando iba mirando por si acaso… Y así llegó hasta el pesebre en donde estaba Jesús. Al verlo, se emocionó.
El pequeño sonreía y estaba rodeado por muchos otros pastores. Ella se acercó temblorosa pero con mucha ilusión por ver la carita del pequeño al descubrir su estrella…

Pero al enseñarle el cubo, en el agua ya no había nada, porque el techo del pesebre impedía que las estrellas se reflejaran en el agua.
El niño Jesús sin embargo, sonrió, sonrió mucho… aunque la pequeña, disgustada, comenzó a llorar.

Entonces, sucedió algo increíble: de las lágrimas de la niña, comenzaron a brotar estrellas, hasta que una de ellas se hizo grande, muy grande, y ascendió al cielo con un brillo especial.

El niño Jesús estaba muy feliz y la estrella, sobre el pesebre, anunció a todos el lugar en donde se encontraba el hijo de Dios.

Desde entonces, todos colocamos una estrella encima del pesebre, que nos recuerda el regalo que más ilusión le hizo al niño Jesús.
No fue el regalo en sí, sino el amor con el que la pequeña pastorcita lo imaginó para él.