Escuchamos un trocito del evangelio de Lucas, que nos ha acompañado durante este curso:
Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él.
Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo:
– «Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.» (Lc 10)
Durante un minuto, con los ojos cerrados, repetimos en nuestro interior varias veces:
¡Nos hemos cuidado un curso entero!
Y agradecemos este curso que termina por poder cuidarnos y dejarnos cuidar…
Para terminar hacemos juntos, despacito, esta ORACIÓN:
Jesús, no tienes manos
Jesús, no tienes manos.
Tienes sólo nuestras manos
para cuidar de las personas que nos necesitan.
Jesús, no tienes pies.
Tienes sólo nuestros pies
para acercarnos a aquel que está solo y triste.
Jesús, no tienes labios.
Tienes sólo nuestros labios
para decir siempre palabras amables y llevar buenas noticias.
Jesús, somos hoy tus manos, tus pies, tus labios
y, sobre todo, tu corazón
para llevar tu cariño a todos
para cuidar a quienes más necesitan de tu amor.