«Sembrad buenas ideas, dadles tiempo y cuidadlas». Juan María

El COMPROMISO no es tarea de un día, sino que se demuestra todos los días mediante la constancia, el esfuerzo y la dedicación.

Si nos implicamos en casa, con nuestra familia, lo hacemos mediante rutinas o hábitos diarios.
Si apreciamos a nuestros amigos, procuramos demostrárselo cada día.
Si nos preocupan nuestros estudios, trabajamos y nos esforzamos diariamente.
Si practicamos un deporte, entrenamos con constancia.

¿Qué pasaría en cualquiera de estas situaciones si no dedicarais tiempo y esfuerzo diarios?
Hoy os invitamos a descubrir un cuento que habla de la importancia de ser constante y paciente, de dedicar tiempo y cuidado diario a lo que nos importa

LOS POZOS

Un hombre acababa de comprar un terreno en el que le aseguraron que había mucha agua subterránea. En cuanto consiguió todas las herramientas necesarias se puso a cavar un pozo para ver si la encontraba.

Estuvo trabajando durante todo el día e hizo un agujero de más de cinco metros de profundidad, pero no consiguió encontrar agua. Cansado y decepcionado, pensó que igual se había equivocado de lugar, así que decidió volver a intentarlo unos metros más a la izquierda al día siguiente.

Y así fue, a la mañana siguiente volvió de nuevo a su terreno y empezó a cavar y a cavar en un lugar distinto, pero cuando ya llevaba unos cinco metros de profundidad se desesperó al ver que tampoco salía agua. Fue en ese momento cuando comenzó a pensar que le habían engañado, que en aquel terreno no había agua. Aun así, decidió volver a intentarlo al día siguiente.

En esta ocasión se alejó bastante de los primeros agujeros, y probó suerte justo en uno de los extremos del terreno. Estuvo cavando toda la mañana. Esta vez llegó a los cinco metros y continuó uno más, pero nada, no había agua.

Fueron pasando los días y estuvo probando lo mismo durante casi un mes, pero finalmente decidió abandonar.
– ¡Me han engañado! -se lamentaba-. Aquí no hay agua ni nada, he sido víctima de una estafa.

Tras pensarlo durante unos días tomó la decisión de vender el terreno.

Después de un año, volvió de nuevo por el lugar para comprobar cómo le iba a la persona a la que había vendido la tierra, y se sorprendió al ver a un hombre sacando agua de un precioso pozo que había construido junto a una pequeña cabaña.

– Vaya -le dijo al nuevo propietario-, al final conseguiste sacar agua. No me imagino la de pozos que habrás tenido que hacer para encontrarla, porque yo probé con más de diez agujeros y nada de nada. ¡Y eso que cada agujero era de cinco o seis metros!

– Bueno, en realidad, yo solo hice un agujero.

– ¿Qué? ¡¿Cómo es posible?!

– Lo que pasa es que yo continué cavando siempre en el mismo lugar, y cuando llegué a los diez metros de profundidad encontré el agua.

Para compartir:
Si fueras el protagonista de la historia, ¿qué habrías hecho tú?
¿Qué podemos aprender de esta historia?

 

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