“Habéis sido llamados a algo grande”, Juan María

La campana que te llama

Esta historia ocurrió hace muchos años en un lugar remoto, un valle verde y hermoso, atravesado por un río de aguas cristalinas, en el que había muchos pueblecitos repletos de casas con tejados rojos, iglesias y escuelas, pequeñitas, pero entrañables.

En la escuela del pueblo principal había una campana que cada mañana sonaba y llamaba a todos los niños para que fuesen a aprender y a jugar. De cada casa, salían corriendo varios niños que acudían directos al colegio. Los padres y las madres acompañaban a los más pequeños cogiéndolos de la mano, pero, en cuanto estaban cerca, corrían hasta su clase, donde les esperaban los maestros. Así sucedía cada mañana. Volvía a sonar la campana y la escuela se llenaba de alegría y aprendizaje.

Una noche de primavera, cuando la luna apenas alumbraba y tan solo se escuchaba el cantar de los pájaros nocturnos, un sonido familiar despertó a todos los pueblos. Era la campana de la escuela. ¿Por qué sonaba en plena noche? No era hora de ir al colegio…

En todas las casas se encendieron las luces y los vecinos se asomaron a las ventanas. Era de noche, pero en lo alto del valle parecía que estaba amaneciendo. Se podía apreciar una luz brillante y fuerte que crecía por momentos y parecía acercarse al pueblo. Los vecinos, aterrorizados, cogieron a los niños y salieron corriendo.

¿Qué estaba pasando? ¿Lo adivináis? ¡Había un gran incendio! Un fuego enorme se acercaba al pueblo y por eso sonaba la campana de la escuela, para despertar y advertir del peligro a los vecinos.

Apenas tuvieron tiempo de parar el fuego, que avanzó de bosque en bosque hasta llegar a muchas de las casas. Algunos edificios se salvaron, pero, desafortunadamente, el incendio arrasó la escuela y los niños se quedaron sin un lugar en el que aprender y convivir con sus compañeros.

Los adultos estaban muy ocupados recuperando sus pertenencias e intentando arreglar todo lo que el fuego había quemado, pero nadie pensó en reconstruir la escuela. Los niños saltaban entre las ruinas de las casas y las cenizas. Se aburrían de no hacer nada.

Por aquel entonces, el sacerdote de uno de los pueblos, intentando arreglar lo que había quedado de la iglesia, encontró una Biblia. Al ver que apenas podían leerse unas páginas, la tiró a un montón de escombros. Cuando cayó, la Biblia quedó abierta y el sacerdote, por curiosidad, se acercó para ver qué ponía.

Al parecer, hablaba Jesús y decía lo siguiente: “Dejad que los niños se acerquen a mí”.

El sacerdote no le dio mayor importancia y siguió tirando escombros; sin embargo, al volver a casa, casi de noche, se encontró con un grupo de niños que tenían mal aspecto. En ese momento, rescató la frase que había leído. “Dejad que los niños se acerquen a mí”, pensó. “¿Por qué no dedicarme a reparar algo tan necesario y urgente como la escuela?”.

Y así fue. Juntó a varias personas que también vieron esa necesidad de los niños y en poco tiempo volvió a escucharse ese sonido tan familiar: la campana de la escuela.

Una vez que terminaron la reconstrucción de esa escuela, decidieron ayudar en la escuela del pueblo vecino. Y, después, a otro, y a otro…

Y “colorín colorado”… ¡esta historia NO ha acabado!

¿Quién sabe por qué?
¿A quiénes te recuerdan los protagonistas de la historia?

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